Ellos se llaman Patricia y Pablo. Eran amigos de la misma pandilla y poco a poco, con los años, se dieron cuenta que estaban hechos el uno para el otro y desde entonces no se han vuelto a separar.
Tras varios años de noviazgo, muchos, dirían algunos…se dieron cuenta que querían dar ese paso y decidieron casarse. Tenían claro que no querían dejar pasar más tiempo y querían celebrarlo con los que más quieren. Y además decirles lo importante que era que esas personas estuvieran ese día tan feliz acompañándolos.
Y como no eran una pareja habitual tampoco quisieron dar un regalo o detalle de boda habitual.
Por eso eligieron unos tarros de cristal llenos de palomitas dulces, porque los buenos momentos son mejores si se acompañan de palomitas, y si son dulces mejor!
Pero lo mejor era que en cada tarro cada invitado se llevaría un trocito de Patricia y Pablo, porque en ellos estaban sus palabras y su agradecimiento.